-¿Que fue lo que me paso? ¿Quién se supone que es esta chica y porque estoy dentro de su cuerpo?-
Se preguntaba Rafael viéndose en el espejo del baño donde ahora estaba, en un cuerpo que le resultaba extraño y ajeno.
La joven pelinegra tenía un montón de problemas en su hogar: peleas con su madre, desacuerdos por su vestimenta con su padre, recién había salido de una relación tóxica en la que estuvo por años junto con el estrés laboral y escolar, simplemente la joven no podía más y quería terminar con eso lo antes posible.
Sin embargo no pensaba en suicidarse o cortarse las muñecas como forma de escape, ella no quería terminar con su vida a tan temprana edad, solo quería urgentemente un respiro de todo lo que vivía en su día a día para poder continuar.
La solución que encontró fue una que ni siquiera se detuvo a pensar a detalle, no le importaba hacerlo a decir verdad. Lo que hizo fue comprar unas pastillas que eran capaces de hacerle cambiar de cuerpo con la persona que se encuentre más cercana a ella en ese momento.
La pelinegra espero el momento oportuno donde al llegar de la escuela se quedaba sola un par de horas antes que su familia empezará a llegar al hogar. Una vez dentro fue hasta el baño donde se encerró con llave y se vio al espejo pensando en que es lo que haría: Tomaría las pastillas y con suerte quedaría en el cuerpo de algún vecino, en el peor de los casos un desconocido pero no importaba, ella tenía 2 días para relajarse y volverse loca en el cuerpo que le tocará y a la pobre víctima le tocaría vivir su vida como chica un par de días.
Una vez lista tomó las pastillas y se recostó en la pared, los efectos visuales se hicieron presentes de inmediato pasando de estar en su baño a la calle, dentro del cuerpo de un chico que aparentaba su edad y con el cual estaba más que satisfecha para pasarla bien.
Por otra parte mientras la joven se iba para aliviar el estrés, Rafael despertaba en el cuerpo de la chica. Ella estaba usando un bello vestido corto amarillo con diversos patrones, sus pechos resultaban a simple vista al igual que su larga cabellera lacia y negra, el labial rojo intenso que usaba también podía destacarse, era una hermosa chica en una pésima situación, situación que desconocía por completo el chico.
-Sus pechos son grandes...me pregunto ¿Como se verán? No, no debería desviarme, no se supone que haga eso sin siquiera saber quien es esta chica-
Decía para si mismo sin dejar de estrujar uno de sus senos, descubriendo su nueva voz de paso y juntando las piernas para evitar un poco la brisa que sentía bajo el vestido.
-Lo último que recuerdo es ir por la calle y de repente vi muchos colores, quizás-
Sus palabras fueron interrumpidas al oír como golpeaban un par de veces la puerta y luego se oía la voz de una mujer algo molesta pero preocupada.
-Hija, Carolina ¿Estas bien? Llevas mucho tiempo ahí, si no respondes llamaré a tu padre para que te castigue-
-¡Estoy bien mamá! Solo...que quise darme un baño y me quedé dormida en la tina-
Respondió con torpeza Rafael, ahora Carolina para no meterse en problemas.
-¿¡Por casi una hora!?-
-...Perdón, mamá...estaba agotada y no me di cuenta pero ya me estoy cambiando, saldré enseguida-
-Hace tiempo no me decías "mamá" tan seguido... De acuerdo, solo estaba preocupada pero date prisa en salir ¿Si? Hay muchas cosas que hacer y no quiero peleas-
-Vale, mamá-
La mujer tras la puerta se oía sorprendida pero satisfecha, la verdadera Carolina no era tan sumisa pero sin saberlo Rafael no tuvo mejor idea que obedecer lo que le decían para evitar problemas, cosa que seguiría haciendo por los siguientes 2 días si quería tener una vida mucho más tranquila y sin estrés a diferencia de la verdadera Carolina.
Buena historia
ResponderBorrarMe gustó pero le faltó algo mas de sabor
ResponderBorrartiene su toque
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