Antes de nada:
Hola, soy LadyMist. Hace algún tiempo puse un post en el blog anunciándome como nueva colaboradora. Di a elegir entre dos historias distintas y salió elegida una llamada Las Gemas De La Corona, y dije que iría intercalándola con otra llamada Al Diablo Con El Diablo. Por desgracia, una serie de problemas personales me impidió llevarlo a cabo y no pude publicar, pero ahora estoy aquí lista para empezar.
Pdt.: como soy española puede que tenga expresiones no conocidas, si es así, sorry.
Espero que disculpen mi tardanza y que disfruten con mis historias. Les dejo con la historia.
Capítulo uno
Deseo concedido
Vuelvo a casa
después de un largo día de trabajo en la agencia, cansado de los maltratos de
mi jefe, solo para recibir, como siempre, más maltratos de mis hijos en casa.
Cuando acabé la universidad pensaba que, años más tarde, el nombre de William
Bennett resonaría en el mundo del modelaje por doquier y las jóvenes modelos
harían cola para trabajar conmigo. Pero no fue así. Ahora, a mis cuarenta y dos
años de edad, tengo una mujer maravillosa pero cansada de que su marido nunca
esté en casa, dos hijas de diecisiete y quince años que me tienen por un
completo fracasado y un hijo de diez años que casi no conoce a su padre.
Huelo a
hamburguesas con queso y cebolla al entrar en casa. Mis favoritas. La luz del
recibidor me da la bienvenida con un tintineo, anunciando que está a punto de
acabar su vida útil. No sé si tomarme eso como un mal presagio o simplemente no
hacerle caso. Entro en el salón comedor donde mi hijo Dustin levanta la vista
de su videoconsola hacia mí un momento solo para volver al aparato con los ojos
entornados.
Hoy no tengo
fuerzas para esto.
En la cocina, el
olor de la comida es aún más fuerte y me hace salivar. Mi esposa, Grace, me
dedica una sonrisa de ánimo al ver mi expresión abatida. Eso me hace sonreír a mí
también, a pesar de no encontrarme con ánimo. Rose, mi hija mayor, está
ayudando a su madre con la cena, tostando el pan para las hamburguesas y
batiendo lo que parece ser un principio de mayonesa. Ni siquiera se molesta en
mirarme, sino que simplemente sigue con su tarea. La saludo cordialmente y me
responde con algo que interpreto como un medio gruñido medio hola.
Le doy un beso
en la frente a Grace.
—Max ha estado
aquí esta tarde—me informa.
—¿Ah, sí?—frunzo
el ceño. Mi cuñado Max, el hermano menor de Grace, no suele venir por aquí a no
ser que necesite algo—. ¿Y qué quería?
Ella lo piensa
un momento.
—Nada en
especial. Aunque estaba un poco raro. Creo que quería decirme algo, pero no se
atrevía. Ha dicho que volvería el sábado para hablar contigo.
—¿Crees que
debería llamarle?—le pregunto.
Grace tarda un
minuto en responder, afanada en la sartén con la cena.
—Sí—dice al
fin—. Llámale si quieres, pero sube antes a ver Kate y dile que la cena ya casi
está hecha. Hoy está insoportable.
Me lo imaginaba.
Como trabajo para una importante agencia de modelos, mi hija de quince años
cree que puede valerse de eso para entrar en el mundillo y convertirse en
modelo. Hoy he recibido veintisiete mensajes suyos insistiéndome en que la
dejara ir a visitarme al trabajo y, ya de paso, le presentara a mis jefes.
Tanto su madre
como yo estamos totalmente en contra de eso. No queremos que entre en semejante
mundo, donde solo la usarán y la escupirán sin poder hacer nada por evitarlo.
Aún más tratándose de una chica tan joven y tan guapa como mi hija.
Subo los
escalones que llevan a la planta superior de dos en dos, preparándome
mentalmente para lo que me espera. Cuando llamo a la puerta de su habitación,
la música al más puro estilo rock and roll que está escuchando llega hasta mis
oídos.
No obtengo
respuesta.
Llamo de nuevo.
—¿Qué?—espeta
desde dentro.
Respiro
profundamente antes de hablar.
—Soy yo, Kate.
Abre.
No tardo en oír
los tres pestillos que siempre tiene echados y la puerta se abre de par en par,
revelando la sonrisa exagerada de mi hija.
—¿Vas a conseguirme
una prueba?—suelta directamente.
Niego con la
cabeza mientras su sonrisa exagerada se transforma en una mueca que es una
indudable muestra de desprecio.
—Apaga eso—digo
señalando el ordenador portátil por el que sale la estridente música.
Me sorprende
comprobar que obedece sin rechistar y entra de nuevo en su cuarto para apagar
la música.
<<Entiendo
por qué quiere ser modelo>>.
Con su aspecto
podría conquistar cualquier pasarela o cualquier revista. Tiene unos ojos
grises cautivadores, la melena negra le cae en cascada por la espalda y los
hombros y un cuerpo juvenil y demasiado desarrollado para su edad que levanta
pasiones allá donde va. Eso, unido a su afición por usar ropa demasiado
reveladora la convertirían en la modelo perfecta.
Su habitación
está demasiado oscura, no sé cómo puede hacer su vida ahí dentro sin
deprimirse.
—¿Qué quieres,
entonces?—espeta.
—Tu madre dice
que la cena está casi hecha. No tardes en bajar.
Me mira con
furia.
—¿Eso es todo lo
que tienes que decirme?
—¿Qué más
quieres que te diga?—inquiero.
Kate resopla
visiblemente frustrada.
—No sé. ¿Qué tal
hija? Si tanto significa para ti ser modelo está bien, te conseguiré una
prueba.
—Sabes que eso
no va a pasar—digo—. Tanto tu madre como yo coincidimos en que no es un mundo
apropiado para ti. Ahora, ¿tienes alguna otra petición absurda?
En el momento en
el que lo digo, sé que he cometido un error fatal. La mandíbula se le cae al
suelo. Me observa con incredulidad.
—¿Absurda?
¿Cumplir el sueño de mi vida es algo absurdo para ti? ¿Cómo puedes ser así?
Abro y cierro la
boca como un pez. No sé qué decir mientras mi hija sigue reprochándome mis
palabras, levantando cada vez más la voz hasta el punto de gritar.
Grace y Rose
aparecen por las escaleras alertadas por los gritos.
—¿Qué pasa
aquí?—pregunta Grace mientras Rose corre directa a abrazar a su hermana.
—¡Te odio
papa!—grita Kate antes de meterse de nuevo en su habitación, llorando.
Rose me lanza
una mirada de desaprobación y enfado antes de seguirla dentro y correr los
pestillos.
—No es nada—le
digo a mi mujer—. Lo de siempre.
La cena
transcurre con normalidad. Mi mujer, mi hijo y yo cenamos en silencio, pero no
es un silencio incómodo. A excepción del momento en el que Rose baja las
escaleras para llevarse la cena ya fría para ella y para su hermana.
Una vez acabado,
Grace va a acostar a Dustin y yo me dirijo a nuestra habitación. Me desvisto
quedándome en ropa interior y me siento en la cama. Saco el teléfono móvil de
los vaqueros grises que llevaba puestos y marco en número de Max.
Contesta al
segundo toque y su voz me llega amortiguada.
—William,
hola—dice.
—Hola, Max.
¿Querías hablar conmigo?
Silencio.
—S-Si—contesta
al fin, tartamudeando.
—¿Y
bien?—inquiero al ver que no sigue hablando.
—No estará mi
hermana por ahí, ¿no?
—No, está
acostando a Dustin. ¿Qué pasa, Max?
Le oigo respirar
hondo.
—Me he metido en
un lío, tío. Uno gordo. Necesito tu ayuda. Por favor, no se lo digas a Grace.
La urgencia que
siento en su voz me trastoca. Debe de estar metido en algo peligroso para estar
así.
—Está bien—le
digo—. Ven el sábado y hablamos. Veremos qué podemos hacer. Ahora tengo que
dejarte.
Max murmura un
“Gracias, tío” al otro lado de la línea y cuelga.
Paso unos
minutos mirando al techo. Cuando Grace entra, me mira con una expresión lasciva
y su garganta ronronea en mi dirección. Se sube a la cama como una gata, me
empuja para que me recueste y se sube encima de mí.
—Mi hombretón
está cansado… ¿Qué tal si le reponemos las energías?—dice con tono sensual
mientras se restriega contra mi paquete sin parar—. Al fin y al cabo seguro que
está por explotar de ver a todas esas chicas medio desnudas y no poder
tocarlas. Las modelos son unas egoístas, ¿verdad?
—Si—contesto con
un hilillo de voz cuando Grace se desliza hacia abajo y me baja los boxers
lentamente, liberando mi miembro erecto.
Lo agarra con la
mano y lo acerca a su rostro, y yo palpito en respuesta. Sé que no tengo un
pene necesariamente grande, pero nunca he oído queja alguna de mi mujer al
respecto. Se mete mi pene en la boca con lentitud hasta cubrir el glande al
completo y yo suelto un suspiro de alivio.
Ella comienza a
mover la cabeza hacia arriba y hacia abajo sin parar, engullendo mi pene sin
compasión, hasta que unos minutos después exploto dentro de su boca. Ella me
mira con ojos seductores y veo como su garganta se mueve al tragar.
Se sube sobre mí
y agarra mi pene mientras se sube la falda y hace a un lado el tanga que lleva
puesto.
—No—le digo, y
ella me mira con cara de pocos amigos, con la mano aún en mi miembro—. Estoy
cansado—digo para explicarme.
Resopla y se
deja caer a mi lado. Nos quedamos unos minutos así, contemplando el techo.
—Hay otra,
¿verdad?—dice después de lo que me parece una eternidad.
—¿Qué?
¡No!—exclamo volviéndome hacia ella y rodeándola con mis brazos—. Es solo que
estoy cansado, cielo. El trabajo, Kate,… Todo es demasiado y me harta.
Me sonríe con
dulzura y alza la mano para acariciarme el pelo.
—Puede que… unas
vacaciones sean justo lo que necesitamos—me mira para comprobar mi reacción—.
Tal vez podrías mejorar tu relación con los niños—prosigue esperanzada.
—Tal
vez—consiento. No quiero que se haga demasiadas ilusiones al respecto, mis
hijas me odian y soy un completo desconocido para mi hijo.
Grace no tarda
en dormirse entre mis brazos y yo hago lo propio unos minutos después, deseando
que todo pudiera arreglarse de verdad de la noche a la mañana. Deseando que
Grace pueda tener al marido que desea y se merece. Deseando que mi relación con
mis hijos no sea tan mala. Deseando que el problema de Max tenga fácil
solución, una que no implique hacernos daño. Y deseando que mi sueño de
triunfar en la industria del modelaje se cumpla de una buena vez.
Cuando despierto
en mitad de la noche, lo último que espero es encontrar a una chica rubia medio
desnuda y con prendas de encaje y cuero acostada a mi lado y sonriéndome.
Me levanto de un
salto de la cama. Grace está dormida al otro lado de la chica, sin percatarse
de nada. La rubia sigue mi mirada y sonríe aún más.
—Oh, tranquilo.
Tu mujer no puede enterarse de nada ahora mismo. Nadie puede.
—¿Quién
eres?—espeto.
—Soy el diablo,
chico. Y tú eres mi elegido.
Me entra un
ataque de risa.
<<¿Elegido?
¿Diablo? Esta tía está loca, tengo que llamar a la policía>>.
La habitación se
incendia de improviso. Las llamas cubren todas las paredes y rozan la colcha de
la cama; ya está empezando a ennegrecerse.
—No me
provoques, chico—dice con un tono demasiado serio para su dulce voz—. No
quieres conocer mi lado malo, te lo aseguro.
Asiento con verdadero
terror y las llamas desaparecen. Todo vuelve a estar como antes, pero la chica
sigue ahí. Se acerca a mí haciéndome retroceder hasta chocar con la cómoda y
caigo al suelo de culo.
—Esto es una
pesadilla.
—Sí que lo
es—asegura—. Pero solo metafóricamente—se inclina sobre mí, mostrándome su
pronunciado escote apretado por el cuero y el encaje—. Eres mi elegido, lo
quieras o no. He decidido concederte tus deseos.
—¿Q-Que?—tartamudeo—.
Es-Espera, no…
—Volveré a
visitarte—dice, y chasquea los dedos.
Todo se vuelve
negro, y de repente vuelvo a despertar, resollando y jadeando.
Noto mi cuerpo
distinto, más ligero, aunque más pesado en algunas zonas. Miro a mí alrededor
solo para ver los posters que cubren las paredes de la habitación de mi hija
Kate. Me giro de golpe para mirar a Grace pero no está; en su lugar está Rose durmiendo
a mi lado con un brazo sobre mí. Mechones de cabello negro y largo me caen
sobre los ojos y empiezo a entrar en pánico.
Aparto el brazo
de Rose con cuidado y salgo corriendo de la habitación en dirección al baño.
Cuando me miro al espejo, casi no consigo reprimir un grito.
—¡SOY KATE!
Grace Bennett
Muy buena historia suena interesante me encanntan las historias dde padres con menores de edad sigue así
ResponderBorrarExcelente inicio de historia ya veremos cómo leva un trato con el diablo nunca salé bien 👿😈🌜💞🌛 cambio de corazónes
ResponderBorrarQue buen inicio ojalá la puedas continuar pronto, que nos dejaste con muchas ganas de leerla.
ResponderBorrarExcelente! Por favor continua escribiendo
ResponderBorrarQue buena redacción wow
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