𝑳𝒂 𝒎𝒐𝒏𝒆𝒅𝒂 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝑳𝒊𝒃𝒆𝒓𝒕𝒂𝒅

 

Eduardo estaba en la cárcel, desde hace ya 7 años que un juez lo había condenado a cadena perpetua por un par de crímenes que no estaba arrepentido de haber cometido, Eduardo estaba cansado, ya no gozaba de lo que tanto lo alimentaba que era poder violar y matar a mujeres inocentes por placer, llevaba una vida totalmente recluida, extrañaba poder estrujar unas ricas tetas y chupetearlas con sus boca, sentir una vagina al penetrarla con su pene y escuchar como su víctima era sometida con fuerza.

Eduardo estaba descansando, cuando un tipo extraño apareció acercarse a su celda con algo en la mano, - ¡Pss, psss, oye tú, tengo algo para ti!, algo que te ayudara salir de este lugar -Eduardo miraba a ese extraño hombre entregarle algo que parecía ser una moneda antigua, pero cuando quiso preguntarle al tipo que hacer con ella, este había desaparecido, Eduardo regreso a su cama y cansado se puso a analizarla, parecía ser una extraña moneda de oro con incrustaciones en un lenguaje desconocido, la froto con sus sucios y demacrados dedos y entonces se puso a recordar a aquella mujer extranjera que le había fascinado tanto, ella había sido a quien deseaba como su próxima víctima, deseaba poder salir de esa prisión y poder estar con ella, tocarla y hacerla suya con sus propias manos, sentir que era  nuevamente libre y sentir esa satisfacción de gozar de una sexy mujer que era lo que más deseaba.

Entonces, la moneda comenzó a brillar, Eduardo estaba bastante agotado que ni siquiera se había dado cuenta de ello, cuando de repente, sintió como todo su cuerpo vibraba, segundos después, Eduardo miraba hacia un bello jardín, se sentía completamente diferente, con el cuerpo menos cansado y lleno de energía, entonces, noto como un par de cabellos rubios caían de su cabeza, Eduardo observó que su cuerpo era diferente, su piel parecía ser clara, su cabello era rubio, sus manos parecían ser muy finas y delgadas, -¡No puede ser, soy una mujer! -Eduardo brincaba de asombro al lograr ver como unas bonitas tetas se asomaban por el escote de su pecho, - ¡Pero como paso esto!, ¿En dónde estoy, porque me hicieron esto?, seguro es algún tipo de castigo -Eduardo estaba muy desconcertado, cuando abrió su escote dejando ver sus hermosas tetas en su pecho, eran bastante reales, muy suavecitas y deliciosas.

Eduardo no cabía de la felicidad, todo era tan real que no creía que fuera un sueño, entonces, recordó aquella moneda que le había dado ese sujeto, luego pensó ilusionado en aquella chica sexy que había visto y deseado, y ahora era ella, era la chica de sus ilusiones, tenía su cuerpo, Eduardo comenzó a sentirse libre, podía tocar a la mujer de sus suelos con sus propias manos, sentir su delicioso cuerpo y sentir como perturbaba el cuerpo de su más deseada víctima.