Envidiaba
a muchos chicos en el gimnasio donde trabajaba, yo era el simple y asqueroso
guardia de seguridad, tenía 40 años y me sentía sumamente mediocre, no había
hecho nada bueno de mi vida y lo único que tenía ahora era ver a un grupo de
mocosos riquillos presumiendo sus buenos cuerpos en los espejos del gimnasio,
mientras le daban más forma y sensualidad a estos, me sentía un poco envidioso
por ver a los chicos musculosos, eran guapos, con dinero y con músculos, pero
lo que más me daba coraje, era ver a esas pinches putas de las chicas, mirarlas
con sus cuerpos, presumiendo sus ricos culos y por supuesto presumiendo sus
grandes y jugosas tetas en frente del espejo, de ninguna manera podría tener a
una chica de esas en mi cama, estaba tan ansioso que no podía contener mis
ganas, hasta que entre a los baños a espiar a algunas chicas para verlas
desnudas, claramente eso había sido un grave error, me descubrieron tan rápido
como entre y rápido llamaron a la
policía.
Sin
más, las denuncias en contra de mi parte estaban puestas y no pude hacer nada
para quedar libre de las demandas de las señoritas, estaba tan enojado, no
podía un hombre como yo gozar de ver a esas putitas hacer ejercicios para poner
sus culos en forma, me encontraba pensando, recluido en mi celda mientras
pagaba mi condena, de repente, decidí que mejor me pondría a pensar en esas
putitas, sobre todo en Jennifer, esa pinche putita de buen cuerpo, estaba bien
buena y era a la única que había logrado ver desnuda antes de que me describieran,
pensaba en su puto cuerpo, estaba bien buena, su culo bien rico, sus tetas
grandes y bien buenas, no perdí el tiempo comenzando a masturbarme, pensaba en
la puta de Jennyfer, esa chica siempre era un fastidio, trataba a las personas
humillantemente, ¿Qué haría esa perra sin ese maravilloso cuerpo?, pensaba
mientas que sentía como un orgasmo muy fuerte brotaba de mi entrepierna, parcia
que se incrementaba cada vez más, no entendía lo que pasaba, mi mente estallaba
de placer hasta que sentí como de repente pase de estar en un lugar a otro.
-¡No
puede ser! –gritaba mientras miraba el cuerpo de Jennyfer semidesnuda en el
espejo, parecía hacer los mismos movimientos que yo hacía, ¿pero que hacía con
ella, si yo estaba en la cárcel?, pensaba mientras que comenzaba a descubrir la
verdad, -¡Yo soy Jennyfer! –gemía mientras estrujaba sus maravillosas tetas, no
podía dejar pasar esta maldita oportunidad, carajo, soy una puta chica, tengo
su maldito cuerpo, soy una mujer, gemía estrujando mis ahora tetas, un cosquilleo
estremeció mi entrepierna, ahora también tenía una vagina, no pare de
masturbarme toda la tarde, de alguna forma había logrado mi libertad y ahora tenía
el cuerpo de esa perra, deseaba tener mi pene para poder penetrarme esta rica
vaginita, escuchar mis gemidos con la voz de Jennifer eran una puta locura, me
estaba vengando de esa maldita perra, ahora tenía su cuerpo, de alguna forma
ahora tenía el cuerpo de esa puta, luego de masturbarme, unas llamadas
comenzaron a sonar en el celular de Jennifer, al contestar, escuchaba los
lloriqueos de algunas chicas, al parecer tenían miedo de que algo fuera a
pasarles, muchas de sus amigas habían intercambiado con hombres, el mundo era
una completa locura, pero fingí hasta donde pude, ahora sabía que gracias al
FOSE, había adquirido el cuerpo de esa puta de Jennyfer, pero para que
molestarme, ahora soy Jennyfer y no pararía de masturbarme ahora que era una
puta mujer.
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