Mostrando las entradas con la etiqueta Diablo. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Diablo. Mostrar todas las entradas

sábado, 23 de noviembre de 2024

Rogando a Lucifer

 

Holita, soy Kary, aquí publicando alguna cosa que de repente se me ocurre y me nace lograr terminar de escribir, algo cliché y simple pero derivado de una experiencia que tuve…

Por cierto, hay un nuevo blog que me ah gustado mucho, vayan a verlo…

https://cambiodecuerpotgfantasias.blogspot.com/?m=1


Estaba mirando hacía aquellas chicas firmes en la calle, mi corazón se aceleró rápidamente al ver a la mujer que hacía de los sueños los más perversos y placenteros.

Me acerqué a ella con timidez y le pedí el servicio, una vez que estábamos juntos comencé a besar su cuerpo, acariciar sus tetas y frotar su gran culo.

Una cosa llevo a la otra y estaba encima de ella, apretando sus tetas agitándose por el brusco movimiento de nuestros cuerpos.

Mire su bello rostro y con extasis no podía dejar de pensar en que pudiera estar en su cuerpo.

En un arranque de nervios y de perversión por el placer que sentía recorriendo todo mi cuerpo.

-¡Lucifer, dame el cuerpo de esta puta Lucifer! 

Gritaba a medida que nuestros cuerpos se acercaban al clímax, la chica abrió los ojos  dejó de gemir fingiendo, sorprendida y aterrada por lo que estaba diciendo.

-¡Dame el cuerpo de esta puta Lucifer!

Grité con mi último esfuerzo gimiendo de placer, sentí como mi pene lanzó un chorro disparándose dentro del condon y ambos jadeamos.


Ambos jadeamos tan fuerte que abrimos un portal extraño, este succionó nuestras almas y nos giró a ambos en la posición contraria del otro.

-¡Puta quieres ser, mi gran puta sirvienta serás! -dijo el gran rugido demoniaco proviniendo del portal en llamas que poco a poco se cerraba.

Sentí todo mi entorno completamente diferente, algo caliente me escurría de más piernas y sentía como algo grotesco se encogía poco a poco fuera de mi cavidad vaginal.

Grité con nervios al sentir que tenía una vagina, un cuerpo de mujer, miré mis tetas pegadas en mi pecho sacudidas por el balance de nuestros movimientos.

-¿Qué fue lo que hiciste pendejo?

Gritó la mujer ahora dentro de mi asqueroso cuerpo.

Tocando con nervios y terror mi viejo cuerpo.

-¡Jajaja!, ¿No es magnífico?, el señor cambió nuestros cuerpos, ahora yo seré tu y tú serás yo para toda la eternidad.

La chica estaba destrozada, estaba en mi cuerpo agonizando del pánico mientras que yo aproveché cada segundo que comencé a tener este delicioso cuerpo.


Frotaba mis tetas y mi delicioso culo, era una mujer, -¡Por fin! - gemí luego de apretar mis tetas.

La chica lloraba envuelta en el terror de sentirse atrapada en mi horrible cuerpo.

Comencé a vestirme disfrutando cada de talle de mi nuevo hermoso cuerpo, mi calentura me había llevado demasiado lejos.

No pensé que en verdad Lucifer pudiera concederme este gran deseo de ser una puta.

El vestido me quedaba excelente y marcaba todo mi hermoso cuerpo.

Miraba mi gordo culo, sentía como todo mi cuerpo rebotaba y me hacía sentir un gran placer.

Me puse mis tacones y con mis pasos marcados los dominaba excelentemente bien.

-¡Adiós amor!, ni te preocupes, esta vez yo invito.

Dije saliendo mientras presumía mi cuerpo con pasos acertados y sensuales, pronto llegó mi primer cliente, esperaba satisfacerlo tanto como esta puta lo hizo conmigo cuando me robé su cuerpo.



domingo, 9 de febrero de 2020

Al Diablo Con El Diablo





Os traigo el capítulo dos de Al Diablo Con El Diablo. Espero que lo disfrutéis.



Capítulo dos
Día libre



Katherine Bennett


Me quedo mirando mi reflejo durante lo que parece una eternidad, estupefacto.
No hay ni rastro de mi antiguo yo. En su lugar está el rostro de mi hija de quince años, Kate. Es su boca con labios carnosos, su nariz respingona, sus pómulos pronunciados y sus ojos azules. Todo ello enmarcado por una enmarañada melena negra que cuelga lacia a ambos lados de la cara.
—¿Qué ha pasado?—pregunto respirando con dificultad—. Esto no puede ser real. Me estoy volviendo loco, seguro.
Como si se tratara del universo queriendo hacerme la contra y obligarme a aceptar algo desagradable, la puerta del cuarto de baño se abre y mi cuerpo entra con un gesto contrito. Una mezcla de histeria y repugnancia.
Sé que Kate está en mi cuerpo mucho antes de que abra la boca.
—¿Qué me has hecho, papa?—pregunta—. ¿Se puede saber cómo has hecho algo así? ¿No era suficiente castigo ser tu hija, ahora también tengo que ser tú?
Me quedo estupefacto. ¿Es que no le afecta el hecho de estar en otro cuerpo? ¿Acaso soy yo el único que está consternado?
Abro la boca para contestar cuando por fin encuentro la voz que había perdido, pero la cierro de inmediato. No puedo decirle que el diablo se me apareció anoche en sueños para cambiarnos de cuerpo. Me tomaría por loco y no acabaría bien.
—¿Y bien?—vuelve a preguntar histérica—. Respóndeme, papá. ¿Cómo has hecho esto?
—No…No he hecho nada—tartamudeo—. Yo también me he despertado así.
—Papá…—hace una pausa, como si estuviera buscando las palabras adecuadas. Cuando al fin parece que las encuentra, habla con voz pausada—. Acabo de despertarme en el viejo cuerpo de mi padre, con mi madre durmiendo desnuda a mi lado y mi padre está en mi cuerpo—me mira con fijeza antes de continuar—. ¿Me estás diciendo que no sabes cómo hemos acabado así?
Asiento.
—Exacto—miento.
Nunca me ha gustado mentir, pero en esta situación no veo más remedio.
Kate comienza a jadear mientras me mira. Está empezando a entrar en pánico.
—E imagino que tampoco sabrás cómo volver a la normalidad.
Niego con la cabeza despacio.
Ha hablado despacio y con voz calmada, en una aparente tranquilidad, pero los ojos delatan el temor que va creciendo poco a poco en su interior.
De pronto caigo en la cuenta de algo.
—Oh, mierda.
—¿Qué? ¿Qué pasa?—pregunta.
—Hoy es viernes—digo—. Tú tienes clases y yo tengo que ir a trabajar.
Abre los ojos de par en par, como si acabara de decir la locura más grande que jamás ha oído.
—Ni lo sueñes—suelta—. No vas a ir a mis clases y a hacerte pasar por mí con mis amigos. Y yo no pienso ir a tu trabajo.
—¿Y qué sugieres entonces?—inquiero.
Ella lo piensa un momento.
—Vamos a contárselo a mamá—dice tras unos segundos—. Ella sabrá que hacer.
Niego con la cabeza enérgicamente.
—De eso nada. Tu madre no puede saber nada de esto.
—¿Y qué pretendes, que me haga pasar por ti con ella?
—Hasta que averigüemos qué ha pasado, si—le respondo.
—¿Y si quiere… ya sabes?
Suspiro.
—En ese caso ya veremos cómo solucionarlo.
Me mira horrorizada. Está claro que no le gusta la idea de que su propia madre se le insinúe.
—¿Qué vamos a hacer?—pregunta Kate tras un rato de silencio.
Llevo media hora rebanándome los sesos para encontrar una solución a esto, o al menos para no delatarnos ante el resto de la familia, pero no veo nada que pueda ayudarnos. Solo se me ocurre que finjamos ser el otro, pero eso no puede durar para siempre.
—No lo sé—respondo abatido.
Unos golpecitos en la puerta del baño me sacan de mis pensamientos.
—Cariño, ¿eres tú?—la voz de Grace, mi mujer, llega amortiguada por la puerta de madera blanca.
Kate se pone nerviosa en mi cuerpo. Alzo las manos para decirle mediante gestos que se tranquilice y conteste como si fuera yo.
—S-Sí, soy yo. Estoy hablando con Kate.
La puerta se abre y Grace nos sonríe a ambos.

—¿Qué hacéis aquí los dos?
—Le estaba… pidiendo disculpas—contesta Kate en mi cuerpo antes de que yo pueda reaccionar—. Por lo de anoche.
Grace se queda perpleja. Me mira esperando una respuesta a algo tan insólito. Sabe perfectamente que yo nunca le pediría disculpas a mi hija por algo semejante, por hacer lo mejor para ella. No puedo hacer otra cosa más que sonreírle.
—Está bien—concede Grace—. Pero los dos deberíais ir arreglándoos. Vais a llegar tarde al trabajo y la escuela.
—No—dice Kate rápidamente—. Hemos decidido pasar de las obligaciones hoy y pasar el día juntos… reforzando nuestra relación padre hija.
Grace ya no sabe que decir, está muy claro que sabe que ese comportamiento no es normal en mí.
Por una vez, decido hacer algo nuevo para variar y apoyar la excusa de mi hija. Me acerco a mi cuerpo y le rodeo el brazo con mis nuevos brazos.
—Es verdad, mamá—le digo a mi esposa—. Vamos a pasar el día juntos.
Sonrío con nerviosismo mientras Grace balancea la mirada de uno a otro.
—Está bien—dice por fin—. Pero cuando vuelva quiero que todo esté igual que al irme, sin rastros de sangre ni muebles rotos, ¿entendido?
Los dos asentimos. Nos mira con una expresión que deja claro que no se cree ni una palabra de lo que le hemos dicho, pero al final asiente seriamente.
—Muy bien, pues yo me voy. Ya sabéis lo que os he dicho.
Me saca la lengua con gesto infantil, creyendo que soy Kate, luego se acerca a mi cuerpo y le planta un beso en los labios antes de salir por la puerta del baño.
Cuando escuchamos la puerta principal de la casa abrirse y cerrarse en señal de que Grace ya se ha marchado, Kate gira el rostro hacia mí con los ojos como platos.
—Me ha besado…
Salgo del baño antes de que pueda decir nada más y me dirijo a mi habitación, con Kate en mi cuerpo pisándome los talones.
Llego a mi habitación y comienzo a rebuscar en el armario entre mi ropa.
—¿Qué vas a hacer?—pregunta Kate entrando en la habitación y cerrando la puerta.
—Vestirme, claro está. Quiero dar una vuelta, me agobio aquí dentro.
—Ah, no, de eso nada.
—¿Perdón?
—No vas a ponerle esa ropa cochambrosa tuya a mi cuerpo—asegura—. Si vamos a hacernos pasar el uno por el otro vas a llevar mi ropa, ¿está claro?
La miro con furia. No me gusta nada que me hable con ese tono, pero si quiero que me obedezca y se haga pasar por mí para no delatarnos, yo también tendré que hacer concesiones.
Asiento para mostrar mi conformidad, pero dejando ver un dejo de disgusto.
Kate sale corriendo de la habitación y yo me siento en la cama a esperarla. Grace ya ha hecho la cama y ha ordenado un poco la habitación, lo que hace que me sienta aún peor por no prestarle la atención que se merece.
Kate reaparece unos momentos después en mi cuerpo, con un montón de su ropa cargada en los brazos.

Cierra la puerta con el pie y tira la ropa sobre la cama.
—He tenido suerte, Rose ya se había ido a su habitación cuando he llegado—me informa mientras va separando la ropa y colocándola sobre la cama.
Niego con la cabeza mientras miro la ropa que ha escogido para mí. Hay desde pantalones  demasiado cortos hasta minifaldas demasiado ajustadas, pasando por tops demasiado escotados y ajustados. También ha traído ropa interior: bragas y sujetadores diminutos que me hacen sudar con solo verlos y pensar que tendré que ponerme eso.
Estallo en carcajadas cuando coloca en la cama, por último, un tanga de hilo que se ve de lo más incómodo y ridículo.
—No pienso ponerme eso—le aseguro.
Ella me mira con desagrado durante un momento, pero al final cede y recoge el tanga de la cama.
Se sienta en una esquina de la cama y alza las cejas.
—Muy bien, pues elige—exige.
Lo pienso durante un momento mientras miro las filas de shorts y tops, todos demasiado cortos y reveladores.
Tras unos minutos bajo la inquisitiva mirada de mi hija en mi cuerpo, agarro la camiseta del pijama que el cuerpo de Kate ya llevaba puesta y me la saco por la cabeza. Después hago lo mismo con el pantalón.
—Dios… ¡Papá, eres un cerdo!—grita Kate.
La miro con gesto consternado.
<<¿Qué he hecho ahora?>>, pienso.
Kate me está mirando con asco desde su esquina de la cama, y yo me pregunto qué le pasa durante unos segundos, hasta que me fijo en las manos… Está agarrándose la entrepierna, y los brazos le tiemblan un poco.
Cuando lo comprendo, me arde la cara y sé que me he sonrojado de vergüenza. Miro hacia abajo para ver el cuerpo desnudo de mi hija. No lleva ropa interior de ningún tipo.

—¡Es tu culpa por no llevar nada debajo!—le recrimino—. Es la reacción natural de un hombre.
—No puedo dormir con topa interior, es demasiado incómodo para mí—se justifica.
—¡Está bien, está bien!
Recojo ropa al azar de la cama y entro en mi cuarto de baño privado que comparto con mi esposa. Dejo caer la ropa sobre el lavabo y me quedo mirándome al espejo.
Al desnudo, mi hija es todavía más hermosa que vestida. Sus ojos grises destacan a la perfección con su piel dorada, y sus labios carnosos atraerían hasta al más fuerte de los hombres. La piel es suave al tacto. El cuerpo de mi hija tiene demasiadas curvas. Una cintura diminuta en comparación con las anchas caderas, a las que se les suman un culo grande y carnoso y unos pechos muy dotados y redondos.
Ciertamente, mi hija es una chica muy hermosa y atractiva, que podría hacer sombra a cualquier modelo de hoy día.
Subo las manos hasta mi ahora rostro y lo palpo con cuidado. Es verdaderamente suave. Las voy bajando poco a poco por mi nuevo rostro y mi nuevo cuello hasta topar con los pechos. Es una sensación extraña tener esos dos bultos de grasa donde antes solo había un pectoral duro, pero no más extraña que la sensación que deja la ausencia de mi pene.
Agarro los pechos con ambas manos intentando abarcarlos por completo, pero es demasiado tamaño para mis manos.
<<Las manos de un hombre sí que podrían agarrarlas enteras, creo…>>
Ese único pensamiento me envía una honda de calor por el cuerpo que me recorre toda la espina dorsal de arriba abajo. Siento la humedad que empieza a formarse en mi nueva zona íntima. Llevo las manos hasta ahí y deslizo un dedo por mi nueva hendidura.
Una descarga de placer desesperado me recorre por completo y me hace doblar las piernas. Caigo al suelo de rodillas, con una mano en el lavabo y la otra aún en mi nueva vagina, jadeando.
Intento controlar los jadeos, pero mi mano parece que ha cobrado vida propia y se desliza de nuevo por la vagina de mi hija.
Los espasmos se suceden uno tras otro, haciéndome arquear la espalda por el placer.
Estoy tan inmerso en mi nuevo descubrimiento que no me doy cuenta cuando la puerta del cuarto de baño se abre y Kate entra con mi cuerpo corriendo. Me agarra las manos y las separa de la vagina, sujetándomelas por encima de la cabeza.
Con nuestra nueva situación le es muy fácil manejarme. Se sonroja mientras cierra los ojos. Luego los abre de nuevo y aparta la mirada. Aún tengo el cuerpo de Kate completamente desnudo, y mi cuerpo está reaccionando de forma natural a ese tipo de estímulos.

Me suelta las manos y las piernas me fallan de nuevo, haciéndome caer. Me levanto como puedo, temblando. Y me tapo a duras penas con el top que he cogido antes.
—¿Se puede saber qué estabas haciendo?—me pregunta tremendamente enfadada.
Respiro con dificultad antes de contestar.
—Creo que estaba bastante claro—contesto con ímpetu, ofendido de nuevo por su tono. Se le desfigura la cara de la sorpresa y me mira con rabia—. Lo siento—digo tras un rato, ya más estable—. No quería hacerlo. Es solo que… no he podido evitarlo. Es como si este cuerpo tuviera vida propia.
Su expresión parece relajarse.
—Se llaman hormonas, papá. Y si vas a hacerte pasar por mí deberías aprender a controlarlas—dice—. ¿O quieres que te pase eso cuando estés con mis amigos?
Me quedo de piedra. Hace un rato estaba diciendo que no quería que me hiciera pasar por ella delante de sus amigos, pero ahora parece dar por hecho que algo así pasará. Decido hacer otra concesión.
—De acuerdo. Tranquila, lo controlaré.
No parece estar muy convencida, pero al menos no sigue insistiendo.
—Lo que he sentido…—comienzo—. ¿Es algo normal en las mujeres o es… o es solo cosa tuya?
Ella se sonroja y mira hacia otro lado.
—No lo sé… yo aún no…
Siento un alivio tremendo al escuchar esas palabras. Mi hija mayor, Rose, me pidió sus primeros preservativos a los trece años. Me alegra que Kate sea algo más responsable.
—De acuerdo—digo para zanjar la conversación, y agarro las bragas que he cogido antes al azar.
—No—Kate me quita la prenda de las manos y señala la ducha—. Primero date una ducha. Mi cuerpo apesta a sudor.
No lo discuto y entro directamente al pie de ducha. Corro la cortina para que no me esté viendo; con su nueva condición masculina, ver a una chica atractiva ducharse no es nada bueno.
No tardo en escuchar la cremallera de mi pantalón desabrocharse.
<<Tienes que estar de broma>>, pienso.
Estoy a punto de recriminarle que no se le ocurra hacer algo así con el cuerpo de su padre, pero entonces recuerdo lo que ella me ha pillado haciendo y cómo ha reaccionado mi cuerpo masculino al ver el suyo, y sé que no tengo derecho a decirle nada.
Me entretengo bajo el chorro del agua para darle tiempo. He descubierto que en este cuerpo me encanta poner el agua muy caliente, mientras que en mi cuerpo nunca lo soporté.
—Papá…—oigo mi débil voz que llega hasta mis nuevos oídos amortiguada por el agua de la ducha—. Creo que necesito ayuda.
Cierro el grifo y salgo de la ducha, enrollándome en la toalla como tantas veces he visto hacer a mi esposa. Con la diferencia de que el pecho, el trasero y las curvas de Kate dejan la toalla mucho más apretada que cuando lo hace Grace.
Kate tiene los pantalones bajados y se agarra el miembro como si sujetara un palo.
No quiero ser el que la dé de lado en esta situación y sé lo mucho que puede llegar a doler si no se desahoga, así que le explico lo que tiene que hacer.
Cuando acabo de explicárselo, asiente convencida y yo me visto rápidamente con la ropa que he cogido al azar. Al final, el resultado es bastante bueno, hablando de apariencia. Un short muy corto de color negro que enseña la mitad de las nalgas sobre unas bragas blancas de encaje, y un top blanco que enseña el vientre sobre un sujetador color canela que realza el busto. Como si el pecho de Kate necesitara que lo realcen.
En definitiva, me veo como una auténtica quinceañera súper atractiva con aspiraciones a modelo, y eso me hace sentir muy incómodo.

Salgo del cuarto de baño para darle más espacio a Kate para desahogarse en mi cuerpo. Después de unos minutos que se me hacen eternos, oigo la cisterna y mi cuerpo vuelve a la habitación. Una estúpida sonrisa asoma a mi rostro.
—Quita esa sonrisa de mi cara. Parezco idiota—le digo.
—Lo siento—se disculpa Kate—. Es que te deja muy relajada… o relajado.
—Bueno, da igual, vamos. Necesito tomar el aire, y seguro que no quieres dejarme solo con tu cuerpo.
Ella asiente y sale por la puerta.



El aire fresco de la brisa de verano y el agradable calentorcito que el sol deja en mi nueva piel me relajan, pero estoy empezando a pensar que salir a pasear no ha sido buena idea.
Entre mi nuevo cuerpo demasiado dotado y la ropa demasiado sugerente que Kate me ha hecho ponerme, no hay ni una sola mirada que no se gire al pasar. Las mujeres se giran para fulminarme con los ojos cargados de envidia y los hombres de todas las edades prácticamente babean al verme.

—Por aquí no—dice Kate girando por una esquina contraria a la que yo iba—. Podríamos encontrar a mis amigos y no quiero que me vean paseando con mi padre.
—Entonces… ¿Irás a mi trabajo?—le pregunto con recelo. Yo he hecho concesiones por ella, ahora ella debe hacer concesiones por mí.
Tras pensárselo un momento, asiente con mi cuerpo y se le endurece la mirada. Sabe que tendrá que hacer sacrificios mientras estemos en esta situación.
—Iré a la biblioteca a ver que averiguo sobre lo que nos está pasando—le digo—. Tú ve a casa. No me gusta que tu hermana se haya quedado sola toda la mañana.
Asiente y la veo marcharse mientras pienso en que hoy, por extraño que parezca, no nos hemos peleado ni una sola vez.



Cuando vuelvo a casa de la biblioteca, cansado de buscar en la sección paranormal sobre diablos y demonios que puedan cambiar cuerpos y de las miradas de los adolescentes hormonales que deambulaban por la misma sección de la biblioteca en la que yo estaba como si no me diera cuenta, todo está en orden.
Kate está sentada en el sofá viendo la tele, haciendo caso omiso de Rose que está en la cocina, como haría yo. Así que subo las escaleras sin más ante su atenta mirada y me encierro en la habitación de Kate, como ella haría.
Sé, por mucho que cueste admitirlo, que mi nueva vida acaba de empezar y que no será fácil. Pero haré todo lo posible por devolvernos a la normalidad.




Pues hasta aquí.
Comentad que os ha parecido y lo que esperáis que ocurra en el siguiente capítulo, si alguien acierta podrá elegir cierto aspecto de la historia ;)
(Una pista: el día siguiente es sábado).

domingo, 26 de enero de 2020

Al Diablo Con El Diablo - Capítulo Uno

Antes de nada:
Hola, soy LadyMist. Hace algún tiempo puse un post en el blog anunciándome como nueva colaboradora. Di a elegir entre dos historias distintas y salió elegida una llamada Las Gemas De La Corona, y dije que iría intercalándola con otra llamada Al Diablo Con El Diablo. Por desgracia, una serie de problemas personales me impidió llevarlo a cabo y no pude publicar, pero ahora estoy aquí lista para empezar.
Pdt.: como soy española puede que tenga expresiones no conocidas, si es así, sorry.
Espero que disculpen mi tardanza y que disfruten con mis historias. Les dejo con la historia.



Capítulo uno
Deseo concedido



William Bennett

Vuelvo a casa después de un largo día de trabajo en la agencia, cansado de los maltratos de mi jefe, solo para recibir, como siempre, más maltratos de mis hijos en casa. Cuando acabé la universidad pensaba que, años más tarde, el nombre de William Bennett resonaría en el mundo del modelaje por doquier y las jóvenes modelos harían cola para trabajar conmigo. Pero no fue así. Ahora, a mis cuarenta y dos años de edad, tengo una mujer maravillosa pero cansada de que su marido nunca esté en casa, dos hijas de diecisiete y quince años que me tienen por un completo fracasado y un hijo de diez años que casi no conoce a su padre.
Huelo a hamburguesas con queso y cebolla al entrar en casa. Mis favoritas. La luz del recibidor me da la bienvenida con un tintineo, anunciando que está a punto de acabar su vida útil. No sé si tomarme eso como un mal presagio o simplemente no hacerle caso. Entro en el salón comedor donde mi hijo Dustin levanta la vista de su videoconsola hacia mí un momento solo para volver al aparato con los ojos entornados.
Hoy no tengo fuerzas para esto.
En la cocina, el olor de la comida es aún más fuerte y me hace salivar. Mi esposa, Grace, me dedica una sonrisa de ánimo al ver mi expresión abatida. Eso me hace sonreír a mí también, a pesar de no encontrarme con ánimo. Rose, mi hija mayor, está ayudando a su madre con la cena, tostando el pan para las hamburguesas y batiendo lo que parece ser un principio de mayonesa. Ni siquiera se molesta en mirarme, sino que simplemente sigue con su tarea. La saludo cordialmente y me responde con algo que interpreto como un medio gruñido medio hola.
Le doy un beso en la frente a Grace.
—Max ha estado aquí esta tarde—me informa.
—¿Ah, sí?—frunzo el ceño. Mi cuñado Max, el hermano menor de Grace, no suele venir por aquí a no ser que necesite algo—. ¿Y qué quería?
Ella lo piensa un momento.
—Nada en especial. Aunque estaba un poco raro. Creo que quería decirme algo, pero no se atrevía. Ha dicho que volvería el sábado para hablar contigo.
—¿Crees que debería llamarle?—le pregunto.
Grace tarda un minuto en responder, afanada en la sartén con la cena.
—Sí—dice al fin—. Llámale si quieres, pero sube antes a ver Kate y dile que la cena ya casi está hecha. Hoy está insoportable.
Me lo imaginaba. Como trabajo para una importante agencia de modelos, mi hija de quince años cree que puede valerse de eso para entrar en el mundillo y convertirse en modelo. Hoy he recibido veintisiete mensajes suyos insistiéndome en que la dejara ir a visitarme al trabajo y, ya de paso, le presentara a mis jefes.
Tanto su madre como yo estamos totalmente en contra de eso. No queremos que entre en semejante mundo, donde solo la usarán y la escupirán sin poder hacer nada por evitarlo. Aún más tratándose de una chica tan joven y tan guapa como mi hija.
Subo los escalones que llevan a la planta superior de dos en dos, preparándome mentalmente para lo que me espera. Cuando llamo a la puerta de su habitación, la música al más puro estilo rock and roll que está escuchando llega hasta mis oídos.
No obtengo respuesta.
Llamo de nuevo.
—¿Qué?—espeta desde dentro.
Respiro profundamente antes de hablar.
—Soy yo, Kate. Abre.
No tardo en oír los tres pestillos que siempre tiene echados y la puerta se abre de par en par, revelando la sonrisa exagerada de mi hija.

—¿Vas a conseguirme una prueba?—suelta directamente.
Niego con la cabeza mientras su sonrisa exagerada se transforma en una mueca que es una indudable muestra de desprecio.
—Apaga eso—digo señalando el ordenador portátil por el que sale la estridente música.
Me sorprende comprobar que obedece sin rechistar y entra de nuevo en su cuarto para apagar la música.
<<Entiendo por qué quiere ser modelo>>.
Con su aspecto podría conquistar cualquier pasarela o cualquier revista. Tiene unos ojos grises cautivadores, la melena negra le cae en cascada por la espalda y los hombros y un cuerpo juvenil y demasiado desarrollado para su edad que levanta pasiones allá donde va. Eso, unido a su afición por usar ropa demasiado reveladora la convertirían en la modelo perfecta.
Su habitación está demasiado oscura, no sé cómo puede hacer su vida ahí dentro sin deprimirse.
—¿Qué quieres, entonces?—espeta.
—Tu madre dice que la cena está casi hecha. No tardes en bajar.
Me mira con furia.
—¿Eso es todo lo que tienes que decirme?
—¿Qué más quieres que te diga?—inquiero.
Kate resopla visiblemente frustrada.
—No sé. ¿Qué tal hija? Si tanto significa para ti ser modelo está bien, te conseguiré una prueba.
—Sabes que eso no va a pasar—digo—. Tanto tu madre como yo coincidimos en que no es un mundo apropiado para ti. Ahora, ¿tienes alguna otra petición absurda?
En el momento en el que lo digo, sé que he cometido un error fatal. La mandíbula se le cae al suelo. Me observa con incredulidad.
—¿Absurda? ¿Cumplir el sueño de mi vida es algo absurdo para ti? ¿Cómo puedes ser así?
Abro y cierro la boca como un pez. No sé qué decir mientras mi hija sigue reprochándome mis palabras, levantando cada vez más la voz hasta el punto de gritar.
Grace y Rose aparecen por las escaleras alertadas por los gritos.
—¿Qué pasa aquí?—pregunta Grace mientras Rose corre directa a abrazar a su hermana.
—¡Te odio papa!—grita Kate antes de meterse de nuevo en su habitación, llorando.
Rose me lanza una mirada de desaprobación y enfado antes de seguirla dentro y correr los pestillos.
—No es nada—le digo a mi mujer—. Lo de siempre.
La cena transcurre con normalidad. Mi mujer, mi hijo y yo cenamos en silencio, pero no es un silencio incómodo. A excepción del momento en el que Rose baja las escaleras para llevarse la cena ya fría para ella y para su hermana.
Una vez acabado, Grace va a acostar a Dustin y yo me dirijo a nuestra habitación. Me desvisto quedándome en ropa interior y me siento en la cama. Saco el teléfono móvil de los vaqueros grises que llevaba puestos y marco en número de Max.
Contesta al segundo toque y su voz me llega amortiguada.
—William, hola—dice.
—Hola, Max. ¿Querías hablar conmigo?
Silencio.
—S-Si—contesta al fin, tartamudeando.
—¿Y bien?—inquiero al ver que no sigue hablando.
—No estará mi hermana por ahí, ¿no?
—No, está acostando a Dustin. ¿Qué pasa, Max?
Le oigo respirar hondo.
—Me he metido en un lío, tío. Uno gordo. Necesito tu ayuda. Por favor, no se lo digas a Grace.
La urgencia que siento en su voz me trastoca. Debe de estar metido en algo peligroso para estar así.
—Está bien—le digo—. Ven el sábado y hablamos. Veremos qué podemos hacer. Ahora tengo que dejarte.
Max murmura un “Gracias, tío” al otro lado de la línea y cuelga.
Paso unos minutos mirando al techo. Cuando Grace entra, me mira con una expresión lasciva y su garganta ronronea en mi dirección. Se sube a la cama como una gata, me empuja para que me recueste y se sube encima de mí.
—Mi hombretón está cansado… ¿Qué tal si le reponemos las energías?—dice con tono sensual mientras se restriega contra mi paquete sin parar—. Al fin y al cabo seguro que está por explotar de ver a todas esas chicas medio desnudas y no poder tocarlas. Las modelos son unas egoístas, ¿verdad?
—Si—contesto con un hilillo de voz cuando Grace se desliza hacia abajo y me baja los boxers lentamente, liberando mi miembro erecto.

Lo agarra con la mano y lo acerca a su rostro, y yo palpito en respuesta. Sé que no tengo un pene necesariamente grande, pero nunca he oído queja alguna de mi mujer al respecto. Se mete mi pene en la boca con lentitud hasta cubrir el glande al completo y yo suelto un suspiro de alivio.
Ella comienza a mover la cabeza hacia arriba y hacia abajo sin parar, engullendo mi pene sin compasión, hasta que unos minutos después exploto dentro de su boca. Ella me mira con ojos seductores y veo como su garganta se mueve al tragar.
Se sube sobre mí y agarra mi pene mientras se sube la falda y hace a un lado el tanga que lleva puesto.
—No—le digo, y ella me mira con cara de pocos amigos, con la mano aún en mi miembro—. Estoy cansado—digo para explicarme.
Resopla y se deja caer a mi lado. Nos quedamos unos minutos así, contemplando el techo.
—Hay otra, ¿verdad?—dice después de lo que me parece una eternidad.
—¿Qué? ¡No!—exclamo volviéndome hacia ella y rodeándola con mis brazos—. Es solo que estoy cansado, cielo. El trabajo, Kate,… Todo es demasiado y me harta.
Me sonríe con dulzura y alza la mano para acariciarme el pelo.
—Puede que… unas vacaciones sean justo lo que necesitamos—me mira para comprobar mi reacción—. Tal vez podrías mejorar tu relación con los niños—prosigue esperanzada.
—Tal vez—consiento. No quiero que se haga demasiadas ilusiones al respecto, mis hijas me odian y soy un completo desconocido para mi hijo.
Grace no tarda en dormirse entre mis brazos y yo hago lo propio unos minutos después, deseando que todo pudiera arreglarse de verdad de la noche a la mañana. Deseando que Grace pueda tener al marido que desea y se merece. Deseando que mi relación con mis hijos no sea tan mala. Deseando que el problema de Max tenga fácil solución, una que no implique hacernos daño. Y deseando que mi sueño de triunfar en la industria del modelaje se cumpla de una buena vez.





Cuando despierto en mitad de la noche, lo último que espero es encontrar a una chica rubia medio desnuda y con prendas de encaje y cuero acostada a mi lado y sonriéndome.
Me levanto de un salto de la cama. Grace está dormida al otro lado de la chica, sin percatarse de nada. La rubia sigue mi mirada y sonríe aún más.
—Oh, tranquilo. Tu mujer no puede enterarse de nada ahora mismo. Nadie puede.
—¿Quién eres?—espeto.
—Soy el diablo, chico. Y tú eres mi elegido.
Me entra un ataque de risa.
<<¿Elegido? ¿Diablo? Esta tía está loca, tengo que llamar a la policía>>.
La habitación se incendia de improviso. Las llamas cubren todas las paredes y rozan la colcha de la cama; ya está empezando a ennegrecerse.
—No me provoques, chico—dice con un tono demasiado serio para su dulce voz—. No quieres conocer mi lado malo, te lo aseguro.
Asiento con verdadero terror y las llamas desaparecen. Todo vuelve a estar como antes, pero la chica sigue ahí. Se acerca a mí haciéndome retroceder hasta chocar con la cómoda y caigo al suelo de culo.
—Esto es una pesadilla.
—Sí que lo es—asegura—. Pero solo metafóricamente—se inclina sobre mí, mostrándome su pronunciado escote apretado por el cuero y el encaje—. Eres mi elegido, lo quieras o no. He decidido concederte tus deseos.
—¿Q-Que?—tartamudeo—. Es-Espera, no…
—Volveré a visitarte—dice, y chasquea los dedos.
Todo se vuelve negro, y de repente vuelvo a despertar, resollando y jadeando.
Noto mi cuerpo distinto, más ligero, aunque más pesado en algunas zonas. Miro a mí alrededor solo para ver los posters que cubren las paredes de la habitación de mi hija Kate. Me giro de golpe para mirar a Grace pero no está; en su lugar está Rose durmiendo a mi lado con un brazo sobre mí. Mechones de cabello negro y largo me caen sobre los ojos y empiezo a entrar en pánico.
Aparto el brazo de Rose con cuidado y salgo corriendo de la habitación en dirección al baño. Cuando me miro al espejo, casi no consigo reprimir un grito.

—¡SOY KATE!


Grace Bennett