domingo, 26 de enero de 2020

Al Diablo Con El Diablo - Capítulo Uno

Antes de nada:
Hola, soy LadyMist. Hace algún tiempo puse un post en el blog anunciándome como nueva colaboradora. Di a elegir entre dos historias distintas y salió elegida una llamada Las Gemas De La Corona, y dije que iría intercalándola con otra llamada Al Diablo Con El Diablo. Por desgracia, una serie de problemas personales me impidió llevarlo a cabo y no pude publicar, pero ahora estoy aquí lista para empezar.
Pdt.: como soy española puede que tenga expresiones no conocidas, si es así, sorry.
Espero que disculpen mi tardanza y que disfruten con mis historias. Les dejo con la historia.



Capítulo uno
Deseo concedido



William Bennett

Vuelvo a casa después de un largo día de trabajo en la agencia, cansado de los maltratos de mi jefe, solo para recibir, como siempre, más maltratos de mis hijos en casa. Cuando acabé la universidad pensaba que, años más tarde, el nombre de William Bennett resonaría en el mundo del modelaje por doquier y las jóvenes modelos harían cola para trabajar conmigo. Pero no fue así. Ahora, a mis cuarenta y dos años de edad, tengo una mujer maravillosa pero cansada de que su marido nunca esté en casa, dos hijas de diecisiete y quince años que me tienen por un completo fracasado y un hijo de diez años que casi no conoce a su padre.
Huelo a hamburguesas con queso y cebolla al entrar en casa. Mis favoritas. La luz del recibidor me da la bienvenida con un tintineo, anunciando que está a punto de acabar su vida útil. No sé si tomarme eso como un mal presagio o simplemente no hacerle caso. Entro en el salón comedor donde mi hijo Dustin levanta la vista de su videoconsola hacia mí un momento solo para volver al aparato con los ojos entornados.
Hoy no tengo fuerzas para esto.
En la cocina, el olor de la comida es aún más fuerte y me hace salivar. Mi esposa, Grace, me dedica una sonrisa de ánimo al ver mi expresión abatida. Eso me hace sonreír a mí también, a pesar de no encontrarme con ánimo. Rose, mi hija mayor, está ayudando a su madre con la cena, tostando el pan para las hamburguesas y batiendo lo que parece ser un principio de mayonesa. Ni siquiera se molesta en mirarme, sino que simplemente sigue con su tarea. La saludo cordialmente y me responde con algo que interpreto como un medio gruñido medio hola.
Le doy un beso en la frente a Grace.
—Max ha estado aquí esta tarde—me informa.
—¿Ah, sí?—frunzo el ceño. Mi cuñado Max, el hermano menor de Grace, no suele venir por aquí a no ser que necesite algo—. ¿Y qué quería?
Ella lo piensa un momento.
—Nada en especial. Aunque estaba un poco raro. Creo que quería decirme algo, pero no se atrevía. Ha dicho que volvería el sábado para hablar contigo.
—¿Crees que debería llamarle?—le pregunto.
Grace tarda un minuto en responder, afanada en la sartén con la cena.
—Sí—dice al fin—. Llámale si quieres, pero sube antes a ver Kate y dile que la cena ya casi está hecha. Hoy está insoportable.
Me lo imaginaba. Como trabajo para una importante agencia de modelos, mi hija de quince años cree que puede valerse de eso para entrar en el mundillo y convertirse en modelo. Hoy he recibido veintisiete mensajes suyos insistiéndome en que la dejara ir a visitarme al trabajo y, ya de paso, le presentara a mis jefes.
Tanto su madre como yo estamos totalmente en contra de eso. No queremos que entre en semejante mundo, donde solo la usarán y la escupirán sin poder hacer nada por evitarlo. Aún más tratándose de una chica tan joven y tan guapa como mi hija.
Subo los escalones que llevan a la planta superior de dos en dos, preparándome mentalmente para lo que me espera. Cuando llamo a la puerta de su habitación, la música al más puro estilo rock and roll que está escuchando llega hasta mis oídos.
No obtengo respuesta.
Llamo de nuevo.
—¿Qué?—espeta desde dentro.
Respiro profundamente antes de hablar.
—Soy yo, Kate. Abre.
No tardo en oír los tres pestillos que siempre tiene echados y la puerta se abre de par en par, revelando la sonrisa exagerada de mi hija.

—¿Vas a conseguirme una prueba?—suelta directamente.
Niego con la cabeza mientras su sonrisa exagerada se transforma en una mueca que es una indudable muestra de desprecio.
—Apaga eso—digo señalando el ordenador portátil por el que sale la estridente música.
Me sorprende comprobar que obedece sin rechistar y entra de nuevo en su cuarto para apagar la música.
<<Entiendo por qué quiere ser modelo>>.
Con su aspecto podría conquistar cualquier pasarela o cualquier revista. Tiene unos ojos grises cautivadores, la melena negra le cae en cascada por la espalda y los hombros y un cuerpo juvenil y demasiado desarrollado para su edad que levanta pasiones allá donde va. Eso, unido a su afición por usar ropa demasiado reveladora la convertirían en la modelo perfecta.
Su habitación está demasiado oscura, no sé cómo puede hacer su vida ahí dentro sin deprimirse.
—¿Qué quieres, entonces?—espeta.
—Tu madre dice que la cena está casi hecha. No tardes en bajar.
Me mira con furia.
—¿Eso es todo lo que tienes que decirme?
—¿Qué más quieres que te diga?—inquiero.
Kate resopla visiblemente frustrada.
—No sé. ¿Qué tal hija? Si tanto significa para ti ser modelo está bien, te conseguiré una prueba.
—Sabes que eso no va a pasar—digo—. Tanto tu madre como yo coincidimos en que no es un mundo apropiado para ti. Ahora, ¿tienes alguna otra petición absurda?
En el momento en el que lo digo, sé que he cometido un error fatal. La mandíbula se le cae al suelo. Me observa con incredulidad.
—¿Absurda? ¿Cumplir el sueño de mi vida es algo absurdo para ti? ¿Cómo puedes ser así?
Abro y cierro la boca como un pez. No sé qué decir mientras mi hija sigue reprochándome mis palabras, levantando cada vez más la voz hasta el punto de gritar.
Grace y Rose aparecen por las escaleras alertadas por los gritos.
—¿Qué pasa aquí?—pregunta Grace mientras Rose corre directa a abrazar a su hermana.
—¡Te odio papa!—grita Kate antes de meterse de nuevo en su habitación, llorando.
Rose me lanza una mirada de desaprobación y enfado antes de seguirla dentro y correr los pestillos.
—No es nada—le digo a mi mujer—. Lo de siempre.
La cena transcurre con normalidad. Mi mujer, mi hijo y yo cenamos en silencio, pero no es un silencio incómodo. A excepción del momento en el que Rose baja las escaleras para llevarse la cena ya fría para ella y para su hermana.
Una vez acabado, Grace va a acostar a Dustin y yo me dirijo a nuestra habitación. Me desvisto quedándome en ropa interior y me siento en la cama. Saco el teléfono móvil de los vaqueros grises que llevaba puestos y marco en número de Max.
Contesta al segundo toque y su voz me llega amortiguada.
—William, hola—dice.
—Hola, Max. ¿Querías hablar conmigo?
Silencio.
—S-Si—contesta al fin, tartamudeando.
—¿Y bien?—inquiero al ver que no sigue hablando.
—No estará mi hermana por ahí, ¿no?
—No, está acostando a Dustin. ¿Qué pasa, Max?
Le oigo respirar hondo.
—Me he metido en un lío, tío. Uno gordo. Necesito tu ayuda. Por favor, no se lo digas a Grace.
La urgencia que siento en su voz me trastoca. Debe de estar metido en algo peligroso para estar así.
—Está bien—le digo—. Ven el sábado y hablamos. Veremos qué podemos hacer. Ahora tengo que dejarte.
Max murmura un “Gracias, tío” al otro lado de la línea y cuelga.
Paso unos minutos mirando al techo. Cuando Grace entra, me mira con una expresión lasciva y su garganta ronronea en mi dirección. Se sube a la cama como una gata, me empuja para que me recueste y se sube encima de mí.
—Mi hombretón está cansado… ¿Qué tal si le reponemos las energías?—dice con tono sensual mientras se restriega contra mi paquete sin parar—. Al fin y al cabo seguro que está por explotar de ver a todas esas chicas medio desnudas y no poder tocarlas. Las modelos son unas egoístas, ¿verdad?
—Si—contesto con un hilillo de voz cuando Grace se desliza hacia abajo y me baja los boxers lentamente, liberando mi miembro erecto.

Lo agarra con la mano y lo acerca a su rostro, y yo palpito en respuesta. Sé que no tengo un pene necesariamente grande, pero nunca he oído queja alguna de mi mujer al respecto. Se mete mi pene en la boca con lentitud hasta cubrir el glande al completo y yo suelto un suspiro de alivio.
Ella comienza a mover la cabeza hacia arriba y hacia abajo sin parar, engullendo mi pene sin compasión, hasta que unos minutos después exploto dentro de su boca. Ella me mira con ojos seductores y veo como su garganta se mueve al tragar.
Se sube sobre mí y agarra mi pene mientras se sube la falda y hace a un lado el tanga que lleva puesto.
—No—le digo, y ella me mira con cara de pocos amigos, con la mano aún en mi miembro—. Estoy cansado—digo para explicarme.
Resopla y se deja caer a mi lado. Nos quedamos unos minutos así, contemplando el techo.
—Hay otra, ¿verdad?—dice después de lo que me parece una eternidad.
—¿Qué? ¡No!—exclamo volviéndome hacia ella y rodeándola con mis brazos—. Es solo que estoy cansado, cielo. El trabajo, Kate,… Todo es demasiado y me harta.
Me sonríe con dulzura y alza la mano para acariciarme el pelo.
—Puede que… unas vacaciones sean justo lo que necesitamos—me mira para comprobar mi reacción—. Tal vez podrías mejorar tu relación con los niños—prosigue esperanzada.
—Tal vez—consiento. No quiero que se haga demasiadas ilusiones al respecto, mis hijas me odian y soy un completo desconocido para mi hijo.
Grace no tarda en dormirse entre mis brazos y yo hago lo propio unos minutos después, deseando que todo pudiera arreglarse de verdad de la noche a la mañana. Deseando que Grace pueda tener al marido que desea y se merece. Deseando que mi relación con mis hijos no sea tan mala. Deseando que el problema de Max tenga fácil solución, una que no implique hacernos daño. Y deseando que mi sueño de triunfar en la industria del modelaje se cumpla de una buena vez.





Cuando despierto en mitad de la noche, lo último que espero es encontrar a una chica rubia medio desnuda y con prendas de encaje y cuero acostada a mi lado y sonriéndome.
Me levanto de un salto de la cama. Grace está dormida al otro lado de la chica, sin percatarse de nada. La rubia sigue mi mirada y sonríe aún más.
—Oh, tranquilo. Tu mujer no puede enterarse de nada ahora mismo. Nadie puede.
—¿Quién eres?—espeto.
—Soy el diablo, chico. Y tú eres mi elegido.
Me entra un ataque de risa.
<<¿Elegido? ¿Diablo? Esta tía está loca, tengo que llamar a la policía>>.
La habitación se incendia de improviso. Las llamas cubren todas las paredes y rozan la colcha de la cama; ya está empezando a ennegrecerse.
—No me provoques, chico—dice con un tono demasiado serio para su dulce voz—. No quieres conocer mi lado malo, te lo aseguro.
Asiento con verdadero terror y las llamas desaparecen. Todo vuelve a estar como antes, pero la chica sigue ahí. Se acerca a mí haciéndome retroceder hasta chocar con la cómoda y caigo al suelo de culo.
—Esto es una pesadilla.
—Sí que lo es—asegura—. Pero solo metafóricamente—se inclina sobre mí, mostrándome su pronunciado escote apretado por el cuero y el encaje—. Eres mi elegido, lo quieras o no. He decidido concederte tus deseos.
—¿Q-Que?—tartamudeo—. Es-Espera, no…
—Volveré a visitarte—dice, y chasquea los dedos.
Todo se vuelve negro, y de repente vuelvo a despertar, resollando y jadeando.
Noto mi cuerpo distinto, más ligero, aunque más pesado en algunas zonas. Miro a mí alrededor solo para ver los posters que cubren las paredes de la habitación de mi hija Kate. Me giro de golpe para mirar a Grace pero no está; en su lugar está Rose durmiendo a mi lado con un brazo sobre mí. Mechones de cabello negro y largo me caen sobre los ojos y empiezo a entrar en pánico.
Aparto el brazo de Rose con cuidado y salgo corriendo de la habitación en dirección al baño. Cuando me miro al espejo, casi no consigo reprimir un grito.

—¡SOY KATE!


Grace Bennett

5 comentarios:

  1. Muy buena historia suena interesante me encanntan las historias dde padres con menores de edad sigue así

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  2. Excelente inicio de historia ya veremos cómo leva un trato con el diablo nunca salé bien 👿😈🌜💞🌛 cambio de corazónes

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  3. Que buen inicio ojalá la puedas continuar pronto, que nos dejaste con muchas ganas de leerla.

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  4. Excelente! Por favor continua escribiendo

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  5. Que buena redacción wow

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