domingo, 2 de febrero de 2020

Las Gemas De La Corona - Prólogo


Hola buenas.
Aquí les dejo el prólogo de la otra historia que iré intercalando. 




Prólogo
La Gema Roja




Logan no tenía mucho que perder en su vida. A sus veintiséis años, lo único que esta tenía de bueno era su novia, Rebecca, una chica solo dos años menor que él y dulce como nadie más que Logan conociera. El resto era historia: un trabajo mediocre y unos sueños imposibles le mantenían el carácter amargado que todo el mundo odiaba en él.
Solo Rebecca seguía siempre a su lado, pasara lo que pasase.
Una gota le cayó en la frente y se deslizó por el puente de su nariz hasta parar a sus gafas de montura cuadrada. Logan miró al cielo encapotado y maldijo entre dientes. Echó a correr calle abajo por la vía desierta. ¿Por qué no se había llevado en paraguas consigo? Esa estupidez era muy propia de él.
La lluvia comenzó a arreciar cuando decidió refugiarse bajo el saliente de uno de los edificios que daba de frente con el gran río que atravesaba la ciudad. Echó mano al pequeño colgante que siempre llevaba al cuello mientras contemplaba el río.
Su abuela le dio ese colgante en su lecho de muerte cuando él sólo tenía siete años. Le dijo que la piedra que guardaba en su interior solucionaría cualquier problema que tuviera en el futuro. Le dijo que lo llevara siempre consigo.

Se arrancó el colgante del cuello de un tirón, lleno de rabia. Lo miró como si fuera el causante de todos sus problemas. Lo abrió y observó la pequeña piedra de color rojo oscuro. Realmente llegó a creerse las palabras de su abuela. Llegó a creer que de verdad aquella diminuta piedra podría ser la solución a su desastrosa vida.
¡Qué equivocado estaba!
Se dio cuenta de que solo se había dejado esperanzar por los desvaríos de una vieja senil en su lecho de muerte. Cogió la piedra entre sus dedos y dejó caer el colgante al suelo. La diminuta gema apenas sobrepasaba el tamaño de su uña.
Miró al río, que bullía con furia alimentado por la copiosa lluvia, e inhaló hondo. Cuando exhaló nunca había estado tan seguro de nada en su vida.
—Muchas gracias abuela—dijo—. En serio, muchísimas gracias por nada.
Y lanzó la piedra al río.
Se sintió bien mientras la veía desaparecer con la corriente. Casi pletórico. Hasta que lo sintió. Fue solo una leve sensación al comienzo, un pequeño calambre en el pecho, pero unos segundos después un nuevo calambre más fuerte le invadió el esternón.
Echó a correr presa del pánico.
<<Me estoy muriendo. Este es mi fin>>, pensó mientras el calambre se hacía más intenso, se le extendía por todo el pecho y los hombros y le impedía respirar con normalidad.
Corrió con todas las fuerzas que le quedaban, que dado el dolor que le invadía el cuerpo no eran muchas. La ropa comenzó a pesarle cada vez más. El dolor ya se le estaba extendiendo por los brazos y las piernas, que le fallaron y cayó al suelo. Le dolía todo el cuerpo como nunca antes en su vida.
El edificio en el que se encontraba su apartamento, el que compartía con su novia Rebecca, se encontraba a solo unos metros. Hizo un esfuerzo por levantarse del suelo y corrió de nuevo. Llegó al portal del edificio y abrió la puerta con dificultad. El dolor le había invadido ya la cabeza y le costaba formar un pensamiento coherente.
Su apartamento se encontraba en un tercer piso sin ascensor. Subió los escalones a gatas como pudo y entró en su apartamento, agradeciendo que ningún vecino estuviera ahí para verle sufrir. Cerró la puerta de su apartamento y el dolor le doblo las rodillas de nuevo. Cayó al suelo y se quedó boca arriba muy quieto, mirando al techo. Quizá si dejaba de luchar ese calvario acabaría antes.
—¡Becks!—llamó a Rebecca.
También agradeció que su novia no estuviera en casa para verle sufrir. Rebecca se preocuparía mucho, y él no quería verla sufrir. Ella era la única luz en su oscura y mísera existencia.
El único motivo por el que luchar.
Decidió hacer un último esfuerzo. Si salía de esa se esforzaría por ser una mejor persona, un mejor novio para Rebecca, y sobre todo se esforzaría por mejorar su vida en vez de simplemente quejarse.
Intentó levantar la cabeza pero el dolor y un mareo repentino se lo impidieron. Después lo intentó con el brazo. Pudo mover un dedo, y luego toda la mano. La arrastró por su vientre. La camiseta estaba completamente empapada y se le pegaba a la piel, y Logan pudo notar su piel cambiada. Su vientre normalmente delgado y duro y con vello por todos lados ahora era blandito y suave, sin un rastro de pelo.
Una nueva oleada de dolor le sacudió el cuerpo y le hizo arquear la espalda hacia arriba. Se llevó la mano al pecho y volvió a entrar en pánico. No sabía que le estaba pasando, pero ahí en su pecho algo se movía. Como un bebé moviéndose en el vientre de su madre su pecho se movía como empujado desde dentro.
Gritó presa de un terrible dolor y mucho miedo mientras sus pectorales se elevaban y se abultaban hacia fuera. Algo le estaba ocurriendo. Parecía como si su cuerpo se estuviera… transformando.
Esa idea le llenó de pavor, y su mente seguía sin poder pensar con claridad.
Con ese terrible pensamiento y la sensación de que el abultamiento de su pecho recordaba sin ninguna duda a pechos femeninos, se desmayó.




Cuando despertó, ya tenía la mente clara. No sabía que había pasado exactamente, pero notó los cambios. Su pecho estaba abultado, sin duda. Y sus caderas se habían ensanchado mientras que su cintura ahora era más estrecha.
Se giró en el suelo empapado con dificultad. Su cuerpo aún no reaccionaba como es debido a sus órdenes. Se puso a cuatro patas en el suelo y mechones de cabello largo le cayeron sobre los ojos.
<<¿Dónde están mis gafas?>>, pensó.
Buscó por el suelo, palpando tanto como su cuerpo se lo permitía, hasta que las encontró y se las puso. Fue gateando hasta el cuarto de baño y se levantó como pudo, apoyándose en el lavabo.

—Oh, joder—dijo al mirarse al espejo—. Esto es imposible. No puede ser.
Todo su cuerpo había cambiado, y a la vez seguía siendo el mismo. Era algo que Logan no se podía explicar.
Se había transformado en una mujer. Se palpó el cuerpo con las manos a través de la ropa mojada. Si, sin duda alguna se había transformado en una mujer. Las caderas más anchas, aunque tampoco como esas mujeres que salen en televisión llenas de curvas. La cintura estrecha como la de Rebecca. Y… Palpó su pecho…
—Dios, ¡tengo tetas!—exclamó—. Espera…
Se llevó la mano a la entrepierna y soltó un grito.
—¡No puede ser!—aulló—. Tengo una vagina…
Sin embargo, no era tan distinto a su antiguo cuerpo. Tenía el mismo pelo negro, pero ahora largo, los mismos ojos verdes, la misma nariz y la misma forma de labios, pero ahora más carnosos que antes.
Era como si se hubiera transformado en una versión femenina de sí mismo.
Se quedó un rato mirándose en el espejo. Sabía que tenía que quitarse esa ropa mojada o acabaría con un resfriado de mil demonios, pero no se atrevió. No quería ver su nuevo cuerpo desnudo y comprobar que de verdad se había convertido en una mujer.
Un ruido lo distrajo después de varios minutos que Logan pasó ensimismado, mirándose en el espejo del baño como si estuviera viendo un alienígena.
—Cariño, ya estoy en casa. ¡¿Qué diablos ha pasado aquí?!—exclamó Rebecca desde la puerta.
Logan volvió a entrar en pánico. Pensó en salir por la ventana del baño, pero lo descartó en seguida. Estaba en un tercero. Y aunque consiguiera salir ileso de aquello, ¿dónde iba a ir? No, no podía ir a ningún lado.
Pero, ¿cómo iba a explicarle aquello a Rebecca? Todo era un sinsentido que Logan no podía comprender.
—¿Logan? Cariño, ¿estás ahí? ¿Qué ocurre?—dijo Rebecca a través de la puerta, y acto seguido se abrió, revelando a una preocupada Rebecca.
Logan la miró con miedo a su reacción, con la cabeza gacha. Al principio no pasó nada, en los ojos de Rebecca se podía vislumbrar la lucha interna que estaba teniendo lugar en su cerebro. Después reaccionó, miró a la chica desconocida que se encontraba delante de ella en su cuarto de baño y paseó la mirada por la ropa de su novio que esta llevaba puesta y empapada. Llenó su gesto de ira, claramente con el pensamiento de que Logan la estaba engañando con otra chica.
—Puedo explicar…—comenzó a decir Logan, pero ella le interrumpió.

—¡¿Quién demonios eres tú?!


El nuevo Logan

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